Descripción
Fue un jueves de agosto cuando Valentina Wayta, con tan solo nueve años, descubriría el amor y la tragedia, como si ante ella se revelara un velo para mostrarle de la vida, su belleza y miseria. Esa mañana, la suave textura de la tierra y las piedras frías acariciaban sus pies descalzos y callosos mientras caminaba calle abajo hacia la feria ambulante. Sus ojos, distraídos en el verde y frondoso follaje de los eucaliptos, estaban por descubrir el rojo de la sangre; y sus sentidos, acostumbrados al aroma de las hierbas colindantes de Andaymarca, abrazarían el hedor negro de la muerte.
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